El ataque de los clones

El ataque de los clones

Aún me entran escalofríos cuando recuerdo la conversación de este fin de semana en Granada con unos guionistas españoles de primera fila. Contaban estos amigos al calor de varios buenos vinos tintos, unas “geniales” ideas (que superan la ficción) de ciertos productores de Hollywood:

– Dos directores españoles (que se conocen entre ellos (y que yo conzoco y que no menciono para no evidenciar a ninguno de los dos)) han recibido encargos para hacer en inglés, remakes de sus películas españolas, pero… cada uno ¡de la película del otro! (Díganme si esto no sería ya, un gran guión de comedia de humor negro escrita por los hermanos Coen).

– Productoras americanas empiezan a financiar pre-makes, es decir, lo que creen una idea arriesgada, la financian para que se haga en otra lengua en otro país y si funciona hacen su remake americano.

– Se está barajando hacer un remake de ¡Crepúsculo!

Como dicen los gringos: we are fucking losing it.

Creo que el remake es un gran recurso para revisitar magníficas historias y personajes que nos ha regalado la historia del cine. Si no me equivoco –probable- el primer remake es el “The Great Train Robbery” (1903), o sea que no estamos frente a un injerto fruto de analfabetos ejecutivos MBA de Hollywood contemporáneo, sino de un instrumento que forma parte del cine casi desde que fue concebido. Y no olvidemos aquella frase atribuida a Gaudí de que “La originalidad es la vuelta a los orígenes”.

Yo sólo le pongo una condición que debería venir en las instrucciones/prospectos del remake: SÓLO USAR CUANDO HAYA ALGO QUE APORTAR. Pero parece que para algunos las instrucciones no vienen incluidas (wink-wink): tenemos que aguantar versiones que de tan malas parecen parodias y tan malas que corremos el riesgo de que los directores imitados se revuelvan tanto en sus tumbas que nos armen una à la Walking Dead.

Un ejemplo hipotético. Imaginemos un gran éxito comercial. Imaginemos que una película de corte latino triunfa en EEUU y México y arrasa. Imaginemos que la película tiene virtudes y defectos.

VIRTUDES
Entre las virtudes contaría, por ejemplo y como dice mi admirado (pero no le digan) Mauricio González Lara, que el director y promotor de esta película fuera lo suficientemente audaz e inteligente para anticipar que la educación sentimental de su público (el inmigrante mexicano) está construida en buena medida por la televisión de su país de origen y que por ello puede conectar con esa minoría mayoritaria en Estados Unidos. Conexión que luego podría contagiarse a México.

Esa virtud clarividente comulgaría con las tesis de Malcom Gladwell (recogidas en el libro que recomiento “Outliers”) del peso que la cultura tiene independientemente de dónde uno ha nacido. Uno de los ejemplos del libro es sobre cómo la cultura de la violencia en los Estados de EEUU dependen del origen de sus antepasados hace más de 300 años, de si venían del norte o del sur de Inglaterra.
Es decir, la cultura pesa. Y esta película lo tendría en cuenta.

DEFECTOS
Como no todo puede ser bueno, imaginemos que esta película tuviera un humor arcaíco, nouveau-cantinflanesco, tosco, infantil, irrespetuoso con la discapacidad física y mental y con la orientación sexual, con violencia gratuita con menores de edad y de altura. Un humor cavernícola, en definitiva. Añadamos a eso que su trama fuera tan facilona como manipuladora y tramposa, y que sus personajes pudieran figurar en un manual de estereotipos y clichés.
(Nota al calce: Cualquier parecido con “No se aceptan devoluciones” es mera coincidencia; que conste)

CONSECUENCIA
Bajo la hipótesis que barajamos, mi miedo, por no decir terror, es que viniera el ataque de los clones de los remakes inspirados y alentados por los defectos horrorosos que hemos enumerado, no remakes o planteamientos que aprovechen lo que puede ser una mirada inteligente sobre un mercado por explotar.